La obra nos presenta un sujeto atado y perseguido por las exigencias de una realidad en la que intenta creer, pero que sabe que no existe; un sujeto que se libera refugiándose en una existencia paralela, donde los términos se invierten y el día será la noche y la noche será el día. Eso que convenimos en llamar realidad es representado en la novela como la oscuridad y el temor de la noche; el día será el sueño donde la liberación es posible. Sólo se podrá ser único e individual a través del escape imaginado, alienado o alucinado del sueño.
Alfred Jarry cuestiona en su obra los supuestos epistemológicos realistas. No concibe la existencia de la realidad. En Los días y las noches, la realidad, el sueño, la vigilia y la fantasía se confunden. ¿Qué es realidad y qué fantasía en esta novela?, ¿cómo saber hasta qué punto la historia que se nos narra acerca de la vida de Sengle no es producto de su propia fantasía? El ser y el parecer que se confunden, la falta de linealidad temporal, la imposibilidad de encontrar un orden para las secuencias, la lengua oscura y a veces absolutamente jarryana ponen en evidencia la idea de la no existencia de lo real. Si lo real no existe, nada hay para imitar y todo puede ser producto de la fantasía. La novela de Jarry no busca estar en concordancia con el régimen de experiencia de lo real, como sí se lo propone la novela realista. Imágenes difusas, extrañas y sin sentido, al menos dentro del marco de “lo real”, atraviesan toda la obra. En esta obra se nos narra la imposibilidad de continuidad entre el mundo poético y el “mundo de lo real”.
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